Historia del Teatro Ercilia de Barahona



Por Carlos Darío Sousa S.*
Tomado de: http://lacaracola18.blogspot.com
Definitivamente nos estamos haciendo viejos. Cuando los amigos van desapareciendo, los de mayor y menor edad, entonces ya uno lo sabe y no tiene que esperar a otro para confirmarlo.

Foto de: nyelbiran.com/barahona-y-su-historia/
Primero El Unión y después El Ercilia. Sobre el primero no dije todo, pero sí bastante. (Ver mi artículo El Teatro Unión). Sobre el Ercilia tengo que decir más, no todo, pues hay dos etapas en los extremos de su existencia que, por lógica, es decir edad, y por no vivir aquí, sólo podría hacerlo por referencia o por indulgencia.

Cuando uno recorre la historia de Barahona, a parte de los libros clásicos escritos sobre ella, no
podemos dejar de lado aquello de que una imagen vale más que mil palabras, y eso es lo que pasa con la primera parte de “Barahona: Homenaje Fotográfico”, del muy querido amigo y profesor Don Pedro Vargas C., artista del lente, que conjuntamente con Don Carlos Lassis, Don Diómedes Espinosa y Don David Espinosa, nos han dado la oportunidad de “ver” a Barahona en su evolución como no puede hacerlo nadie.

Decía en el párrafo anterior “primera parte” y esto ex profeso, pues Don Pedro produjo una  gran cantidad de fotografías que dan para otros varios tomos. Sólo falta que alguna otra entidad, bancaria o no, le dé continuidad a esa labor.Pero como se dice en la presentación del primer tomo: “En el libro que presentamos, lo fundamental es la imagen, la fotografía…, este libro es un documento, un recuento suscinto de la dinámica histórica de Barahona, que nos permite conocer y revivir el Barahona de ayer, para contrastarlo con el de hoy y valorarlo con la mayor objetividad posible.

“El libro”,…pone al alcance de las nuevas generaciones y del país en general, un documento con la elocuencia y la objetividad de la imagen del pasado que muchos recuerdan con nostalgia, y que para todos constituye una fuente de inspiración y amor a la Patria.

Pues bien, el álbum contiene, para los fines de este artículo, cuatro fotografías que son el reflejo de lo que era la zona donde, a partir del año 1946, se empezó a construir el Teatro Ercilia. Se levantaba en el corazón de una ciudad que latía con enorme fortaleza, y por sus calles, sus venas, corría lleno de esperanza y trabajo, un pueblo que siempre estuvo a la vanguardia de la modernidad.

La construcción del cine no podía ser menos y sus propietarios no escatimaron esfuerzos para que así fuese. Desde la entrada hasta la parte de atrás, todo era hecho a la altura de los tiempos. Su fachada es “Art Deco”, sus luces del frente con aquella especie de cascada, era muy digna de Broadway, su mármol negro en las paredes del frente, y ya en el Hall, ese enorme espejo ovalado y hacia la entrada de la sala, aquellos murales pintados por el extinto José Vela Zanetti, en los que plasmaba con esa calidad propia de los grandes de la comedia, el Teatro en su apoteosis y después, ya con la careta quitada, el dolor y lo humano. 

No sé por qué, pero siempre me recuerda a Garrid…, pero es posible algo más recóndito, o más sencillo. Este país pasaba por la larga dictadura del Generalísimo Doctor Rafael L. Trujillo M.

El salón del cine, bueno era como todo cine, su rampa y la colocación de las butacas-las Pullman-, para teóricamente no molestar la visión del de atrás, pero eran, son, butacas con luces al comienzo de cada fila, para señalar que habían vacías, y cuando esa fila se llenaba, la luz se apagaba.

La espectacularidad empezaba cuando los TELONES empezaban a desplegarse. Aquello, visto desde hoy, si era moderno, aquello era clase. El enorme telón rojo, seguido del amarillo y después de aquello que parecía un visillo, un velo con la proyección de, primero los trilers, después los noticieros y luego las películas. Todo esto enmarcado por la boca del escenario de un proscenio pintado por Vela.

Es que El Ercilia fue algo más aque un sitio para proyectar películas, fue el local que tomó el relevo para grandes presentaciones de artistas. Por aquél entonces, esta ciudad no era plaza sólo para los locales, era aún atractgiva para los extranjeros. Así que después de inaugurarse el 24 de Octubre de 1948, con la película protagonizada por La Doña, María Félix y Jorge Negrete “ENAMORADA”, ya había un local para todo tipo de presentaciones, y por su enorme escenario pasaron, que yo recuerde, Fernando Fernández, a quien vi bajar del avión de la C.D.A. (Compañía Dominicana de Aviación) Los Chavales de España y Los Bocheros. (Lógicamente a sus presentaciones no me llevaron por cuestiones de edad).

Recuerdo mejor, y esto porque fuí, mejor porque me llevaron, a los Chrumbeles de España que hicieron historia con dos presentaciones. Allí vi como uno aplaudía desde el borde de su butaca, como lo vi en otra ocasión cantar, en la Navidad del 65 en Madrid, Quisqueya, con algunas lágrimas (como todos los presentes), en los ojos.  Es que él tenía y quería más que muchos sus tres Patrias. Así era Papá.

Así era, fue, el Teatro, a caballo entre lo de fuera y lo de adentro, dispuesto siempre a servir lo mejor, para estar en el circuito que tanto el cine como los otros empresarios artísticos preparan para entretenimiento y negocio con un público siempre dispuesto a divertirse y pagando por ello, claro.

Si uno revisa las mejores producciones filmadas en el mundo posible, desde la fundación del Ercilia, vamos a ver que la mayoría fue pasada por su pantalla, también tuvieron sus clavos, o a veces películas complicadas en las que necesariamente había que romperse la sesera para entenderla, o a las que de vez en cuando la inefable censura la tijereaba inmisericordemente, o en aquellas que la información disponible era muy incompleta. Cosas de la época.

Había dos cosas en el ambiente, la dictadura y la guerra fría, aquella con sus propios valores y su entender que el control y la minoría de edad del pueblo le daba derecho a decirles que ver y que no ver. Hasta que música  oír y qué bailar, eran capaces de imponer.

Con la segunda solamente una cosa del Comité de Actividades Anti-Norteamercianas, imponía restricciones a los productores de su país. Fue tan fuerte su actividad que hoy, cincuenta años después, hay gentes que desde algunos medios del país parecen pequeños Mcartys y Nixon, diciéndonos lo que es bueno y lo que es malo. Como dice Altamayer en el Fausto de Goethe “¡Hay de mí! Estoy perdido. ¡Venga algodón! Ese majadero me está desgarrando los oídos”. Todavía se insiste en nuestra minoría de edad. Pero por encima de esos veleidosos muchos, tenemos la intención buena y clara de tener derechos y deberes, pero sobre todo, de ser libres por encima de ellos.

El Cine, pues, no escapó a esos avatares y como es sabido, él no es sólo entretenimiento, o documento social e histórico, es portador de ideología, de mensajes de todo tipo, hasta pueden incluir la percepción subliminal –aparentemente prohibida-, pero los dos hechos políticos desaparecidos, la Revolución de Octubre y la ascención del Fascismo y del Nacional Socialismo en Europa, con altas cargas subsidiarias: guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial, como fenómenos más importantes, dejaron sus huellas.

Pues bien, del Cine que hacen los primeros, sólo se salva el Acorazado Potemkin. Posiblemente uno de los mejores del Cine Mudo, pues introdujo cambios fundamentales en cuanto a realización y otros aspectos técnicos. 

Luego, lo que nos deparó la antigua URSS fue otra cosa, aunque tenían grandes realizadores, creadores e innovadores. Pero realmente ahí no había posibilidades de hacer Cine comercial o Cine atractivo para los gustos locales, al menos para los gustos del gobierno del general Trujillo y sus cortesanos.

Con el segundo –el eje- Alemania e Italia y Japón en el Extremo Oriente, siempre habían tenido, al menos los  dos primeros, buenos realizadores y muy buenos actores, pero Don Adolfo Hitller y Don Benito Mussolini, no iban a dejar pasar la oportunidad de despacharse con la cuchara grande. Leni Riefensthal, amante de Hitler y colaboradora de Goebbels se destacó en esa etapa de ensalzamiento de los valores expuestos en Mein Kaff, Mi Lucha, donde se ensalzaba la supremacía alemana y la raza Aria. En su Triunfo de la Voluntad -1935- y Olimpia -1936- no pasarán a la historia como importantes obras de arte, pero sí como de los mejores documentales jamás filmados. La historia subsiguiente ya es conocida por todos.

La guerra –sobre la primera se escribió y se filmó mucho- fue un importante filón. Siempre ha sido para muchos el motor de la humanidad, no era solamente para entretener a los soldados, también para elevar la moral de combate y de la retaguardia y la del país. Era cine de evasión, muchas veces cargados de códigos de valores éticos y culturales potenciados por la parte oficial, y que en nuestro país los márgenes eran muy estrechos. No todo se podía ver.

Las partes más liberadas de las películas también empezaron a ser “galvanizadas” por la nueva moral, y como es lógico, las corrientes más conservadoras empezaron a imponer sus modelos. No había un espacio muy abierto para los filmes de cierta envergadura o para declaraciones tan desenfadadas como la de María Montez, que decía que ella era una “Brag Less”, cincuenta años antes de que la moda de Hippie se impusiera, aunque fue una constante en el cine de los años 20 y los 30.


De todas formas, el sexo implícito no existió en el cine que vivimos en todos esos años. Eso no quiere decir que no existiera de forma más o menos sugerida, o si se quiere, se señalaba con un desplazar del foco de la cámara hacía el techo, el cielo, un fundido, o como aquel antológico majar en un pilón de una película mejicana, mientras dos, claro, se acababan en la playa, después de un naufragio, si mal no recuerdo. Sólo se insinuaba.

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